Feyerabend: Contra el método o el Anarquismo metodológico

Fª HOY

por Noelia M. Tajes y José A. Rico

1. INTRODUCCIÓN:

Quizás una de las cosas más complicadas a la hora de presentar la exposición del estudio acerca de un determinado autor, obra cultura o época, sea precisamente el establecer un punto de partida desde el cual podamos mostrar con la mayor claridad posible el asunto que aquí nos ocupa. La importancia de adoptar un “correcto” punto de arranque estriba precisamente en que, con casi toda probabilidad el modo del que partamos determinará el resto de la estructura del estudio. Pues bien, en este sentido no vamos a ser ni mucho menos creativos, sino que más bien adoptaremos un modelo clásico, efectivo, pero extremadamente desgastado que, como todos sabemos, consiste en partir de la propia vida del autor junto con el contexto histórico social que le rodea, a sí como el de su propia obra, mostrando un especial interés en el devenir histórico-académico-intelectual que produjo que la obra se llevara a cabo, y decimos que “la produjo” en el sentido en que la obra de Feyerabend trata de dar respuesta o reacciona respecto a un conjunto de problemas históricos heredados (siendo estos, principalmente, los referidos al conocimiento).


En lo que se siga del trabajo, y bajo el amparo de todo este contexto, trataremos de analizar meticulosamente la obra de Feyerabend, pasando por sus núcleos temáticos principales, y centrándose especialmente en sus dos obras clave: El Tratado contra el método y La ciencia en una sociedad libre, ya que consideramos que parecen contener las tesis de Feyerabend que en nuestro caso pueden suscitar un mayor interés.

Pero, antes de comenzar con todo esto, aún hay una cuestión a aclarar y que es obvia que uno se plantee: ¿Por qué Feyerabend?¿Qué pinta un tipo como Feyerabend, el cual es considerado generalmente como un filósofo científico en una asignatura como Métodos y técnicas de investigación histórica?. Pues bien, la respuesta a esta pregunta, aunque sencilla, es doble.

En primer lugar, tanto la Historia como la Ciencia precisan de una epistemología, es decir de un determinado número de técnicas y métodos para poder actuar, y por lo tanto, para poder constituirse, y precisamente de una nueva epistemología es de lo que Feyerabend nos está hablando. Esta relación fundamental entre Historia y ciencia se ha agudizado todavía más desde la inclusión dentro del terreno histórico de un paradigma comprehensivo conocido como Positivismo y Neopositivismo, el cual desde la Ciencia ha venido subsumiendo a todas las disciplinas, la cuales desde principios de siglo han tratado de imitar al paradigma imperante en la Ciencia. Esto es lo que denuncia, de algún modo Feyerabend, al igual que todo un conjunto de intelectuales a lo largo del siglo XX. Pues bien, esta Ciencia Neopositivista o “racionalista”, según Feyerabend, actúa y ha actuado como la Religión en tiempos remotos (o no tan remotos) en lo que se refiere al terreno económico-político, o lo que en último caso es lo mismo, la esencia de las relaciones de poder, y ha corrido hacia las manos del Estado como instrumento coercitivo, como espada del Arcángel Gabriel, en parte siendo instrumento del Estado, en parte determinando la propia esencia de la estructura del Estado y la Economía ( por no entrar ya el todas las miserias de la Tecno-ciencia en que hoy en día ha devenido).

En segundo lugar, la relación entre Feyerabend y la historia es muy estrecha, y no sólo por que la hubiera estudiado, sino por qué la utiliza constantemente para desenmascarar las relaciones de poder y dogmas científicos que tienen congelado el progreso y la creatividad de los actores sociales. Aunque este método de Feyerabend sea principalmente aplicado a episodios científicos concretos, no deja por ello de ser similar al método genealógico empleado por Nietzsche y Foucault, y que indirectamente también usaron Derridá y Marcuse. De hecho, y en función de a quien se dirige, la critica de Feyerabend es prácticamente la misma que la usada por estos autores, entre los que destacamos particularmente a Marcuse aunque su concepto de racionalidad sea distinto. Esto puede ser por que ambos tienen en su base filosófica a Hegel, y quizás paradójicamente, y por eso mismo su concepto de racionalidad difiera. Como veremos más adelante, en la parte correspondiente al Tratado contra el método, Feyerabend adopta la concepción histórica hegeliana, concepción que también comparte Marcuse.

Aclarada la pregunta suscitada anteriormente, pasaremos ahora a enmarcar a la figura de nuestro autor dentro de su contexto vital, histórico y académico.

pero el problema estriba en que no es fácil separar el bien y el mal, al menos para mí. La compasión, la generosidad, el amor pueden encontrarse en el centro mismo del mal.(…)Pero si el mundo es así una concepción de la moral clara implica simplificaciones y, con ellas, actos de crueldad e injusticias.1

2.CONTEXTO HISTÓRICO-VITAL

Feyerabend nace en Viena en 1924. En conjunto su vida, paralelamente a su obra, es un tanto caótica y libre, teórica y práctica, pero en cualquier caso extrema. Posiblemente las situaciones más negativamente significativas se encuentren ya en el período de su infancia y adolescencia hasta su actividad docente, aunque los episodios extremos no deben encerrarse en este período, pues si no cómo se explicaría que alguien luchara de joven en el bando nazi, llegando a ser sargento aspirante a teniente, pueda mantener a lo largo de toda en vida unas tesis tan libertarias. Visto soslayadamente puede resultar ciertamente paradójico, pero echando una mirada sobre su autobiografía entendemos un poco más su situación, encontramos que “no había aceptado los objetivos del nazismo – apenas sabía cuáles eran- y era demasiado remiso para ser leal a algo.”2 Con esto no es que tratemos de justificarlo, pero se trata de comprender la situación de un apenasjovenadolescente, indiferente, en la Alemania nazi y que, cuyo pensamiento, sin embargo, se mantuvo antagónico a las consignas que el propio contexto suscitaba.

De cara a precisar en este contexto es necesario hablar del ambiente familiar que le rodeaba y en el que se había educado. Creemos no exagerar a la hora de juzgar este ambiente como turbio y desdichado, pues se constituía por el alcoholismo, los robos, suicidios (entre los que destaca el de su propia madre)…y mucho menos si le sumamos a esto le sumamos las numerosas enfermedades que Feyerabend padeció entre su infancia-adolescencia, la violación que sufrió a los trece, el poco reconocimiento su talento cuando era niño,…etc. Por otro lado, y a pesar de todo, no dejó de ser un niño especialmente destacado en las matemáticas, la física y la biología, así como en la música, y especialmente en el canto. De hecho en este período descubre lo que sería la pasión de su vida: la opera.

Por si esto fuera poco, en su adolescencia Alemania ocupa Austria, y la Segunda Guerra Mundial estalla, por lo que Feyerabend es reclutado en el bando nazi, en el que sin mostrar interés gana una Cruz de Hierro y tres balazos uno de los cuales le deja inválido para el resto de su vida.

El período que sigue a la guerra se caracteriza por un sin fin de viajes y Universidades en las que estudia y trabaja, y en las que entrará en contacto con un gran número de pensadores célebres. También se caracteriza en lo afectivo por haberse casado tres veces, y en lo profesional por haber publicado su obra de forma tardía, de hecho no publicó nada hasta 1970, y aún así ni lo hizo por iniciativa propia.

En sus inicios como estudiante se encuentra fuertemente influenciado por Wittgenstein, especialmente a lo tocante a su trabajo de reducción de la especulación teórica que se resume en su célebre frase: “De lo que no se puede hablar, es mejor callar”. Este desenmascaramiento de la teoría pura repercutiría definitivamente en toda la obra de Feyerabend. El calado de Wittgenstein en Feyerabend fue considerable, hasta el punto de que en los 50 formó el Círculo de Kraft, que eran estudiantes de los docentes pertenecientes al Círculo de Viena. Por esta misma época conoció a Hans Grümm y Bertold Brecht. Acto seguido consigue una beca en Londres para estudiar con Popper, del que no llegarán, al menos en el ámbito teórico, no pocas críticas por parte de Feyerabend, como veremos más adelante. También encontrará en Bristol una influencia considerable por parte de Phillip Frank, y cuyas ideas suscitadas fermentarán 20 años más tarde en el Tratado contra el Método.

Después marchará a E.E.U.U, concretamente a Berkeley donde conoce a Carnap y Tarski. Allí vivirá el Mayo del 68 pero no con mucho interés, sino más bien con un inicial pesimismo.

De vuelta por Europa, concretamente en Londres conocerá a Imre Lakatos, al que describe como “…una especie de racionalista, al menos así se presentaba como un cruzado de la Razón, la Ley y el Orden. Viajaba por todo el mundo intentando animar a los racionalistas que flaqueaban y recomendando su metodología como una panacea.3. Lo curioso de esto es que Lakatos es uno de los principales motivos por los cuales Feyerabend acabaría escribiendo el Tratado contra el Método. En toda su autobiografía, a excepción de esta, a penas menciona a sus obras; de hecho, el mismo sostiene constantemente que un autor no debería creerse o amar con excesivo celo sus propias obras (aunque algunas veces eso resulte un poco complicado). Este es uno de los motivos por los cuales centraremos el análisis exhaustivo a la obra de Contra el Método y Ciencia en una sociedad libre, ya que esta última es una revisión de los conceptos tratados en la primera, además de otras aportaciones. Sus otras obras destacables son ¿Porqué no Platón?Adiós a la Razón y Matando el tiempo.

Feyerabend fallecería el 11 de Febrero de 1994, en Florencia, poco después de acabar su autobiografía.

3. CONTEXTO HISTÓRICO-TEÓRICO.

Es de interés tener en cuenta lo que nos ha dado por llamar contexto histórico-teórico, en tanto que, como ya veníamos señalando anteriormente, arrastra toda una problemática ante la que Feyerabend se ve influenciado, y ante la que actúa y busca dar respuesta, o más bien contra la que actúa y trata de desenmascarar.

A la hora de elaborar este contexto, nos encontramos de nuevo con el problema de establecer un punto de partida, ya que podríamos situarlo considerablemente lejos, tomando, por ejemplo el positivismo de A. Comte, o incluso el racionalismo cartesiano. Siendo honestos, esta línea difusa que podríamos empezar a trazar, sin duda podría trasladarse mucho tiempo atrás, pues si tratamos de establecer una cadena causal, y dado que hasta el más leve o simple elemento puede ser un factor desencadenante del efecto sobre la cual ponemos los ojos, resulta ser una tarea realmente complicada, dada la infinidad de causas que este suceso supone. La tarea se complica mucho más cuando no hablamos de situaciones cotidianas como “porqué se movió una silla”, sino de movimientos históricos o proyectos epistemológicos. De cualquier modo no poseemos ni tiempo ni espacio para dilatarnos en este tema dado que contamos con un tiempo y espacio limitados, por lo que estableceremos el contexto de un modo más directo y lo reduciremos arrancando desde el propio desarrollo de las Ciencias y de las Teorías epistemológicas de principios del siglo XX, así como de la Filosofía de la Ciencia que, hablando de un modo no estricto, vendría al mundo a principios de los años 20 al igual que Feyerabend.

El desarrollo de las ciencias a principios del siglo XX bien podría caracterizarse por un determinado conjunto de episodios básicos acaecidos en cada disciplina. Así, por ejemplo, el ámbito de la física se caracterizaría por dos hechos revolucionarios como la Teoría de la Relatividad de Einstein, o lo que será la Teoría cuántica. La crisis generada por ambas Teorías bien pudo haber sido una de las principales causas por las cuales hubiera tenido lugar la Filosofía de la Ciencia en el siglo pasado, que como otros tipos de filosofía también han tenido su auge debido a una crisis.

En el ámbito de la biología destacarían el Neodarwinismo, así como el redescubrimiento de Mendel y el código genético. Y en el ámbito de la lógica-matemática serían especialmente relevantes Russell y la semántica de Tarski.

En lo referente a la epistemología, la historia suele señalar tres episodios clave, ordenados cronológicamente, los cuales se han dado en un período relativamente corto de tiempo, que son:

  1. El Neopositivismo o Círculo de Viena.

  2. El Racionalismo Crítico de Popper.

  3. La epistemología Post-popperiana.

3.1La aparición del Neopositivismo o Positivismo lógico: el Círculo de Vinena.

El Círculo de Viena se configura en el período entre guerras y está formado por un grupo de científicos filósofos reunidos entorno a la figura del profesor M.Schlick, entre los cuales habría que destacar a Carnap, y cuya actividad se ve entrecortada con el ascenso del nazismo al poder.

El Círculo de Viena encarna lo que hoy conocemos como Neopositivismo o Positivismo lógico. Las pretensiones del Neopositivismo pasaban por otorgar a la Ciencia una epistemología cruda y reduccionista, para la constitución de una ciencia unificada ( similar a lo que fue el sueño cartesiano de una Mathesis Universalis). El caso es que para poder llevar a cabo este monoteísmo ciertamente utópico, determinaron que el instrumento correcto para llevarlo a cabo sería el análisis lógico de Frege y Russell, con el que así poder depurar todo argumento que pudiera caer bajo la sospecha de ser ambiguo o metafísico.

En consecuencia, el perpetuo ojo que vigilaría nuestras afirmaciones sería lo que se conoce como el principio de Verificación. Este ojo estaría encargado de discernir qué proposiciones son sensatas y cuales son insensatas, cuáles válidas y cuáles no válidas, apelativos estos aplicables en función de su contrastación o verificación empírica por lo que, consecuentemente, sólo lo que aseverase la ciencia empírica sería lo válido. Así se conforman lo que conocemos como hechos tanto para la Historia, como para la Filosofía o como para la Ciencia, respecto a los cuales ya entraremos en detalle en su debido momento.

Una consecuencia directa de esto sería la reducción del papel del filósofo a la del mero análisis semántico-sintáctico de las proposiciones.

Contra este argumento de la verificación será contra el cual se movilicen tanto Popper como Feyerabend, y consecuencia también contra el inductivismo, en tanto que la ciencia, consideran, no puede consistir en una mera colección de leyes o hipótesis.

3.2Popper y el Racionalismo Crítico.

Algunos consideran a Popper como un continuador del Círculo de Viena y el Neopositivismo. Sin embargo, él mismo lo desmiente aunque admite sentir cierto interés por los temas que en este se tratan. Lógicamente, echando una ojeada sobre su obra vemos como realmente resulta ser un crítico de la concepción Neopositivista. De cualquier modo esto no le libra de ser blanco de las críticas de Feyerabend, pues con toda seguridad sí lo podemos considerar como un continuador de la concepción clásica de la Ciencia y del racionalismo. De hecho, Popper, aunque que crítico con los neopositivistas, lo que pretende es salvar el proyecto en que estes se habían embarcado. Tanto Popper como los neopositivistas tratan de restringir la actividad académica al contexto de justificación, debido a su actitud segura de construir una epistemología desde la cruda lógica, identificando propiamente la racionalidad con esta.

Realmente lo que Popper hace es negar la inducción y sustituir el critero de verificación, asentado sobre los sagrados enunciados proposicionales o básicos ( es decir, los propios de la ciencia empírica) por el criterio de Falsación, que si bien no nos permite adquirir directamente la Verdad con mayúsculas, si nos permite aproximarnos a ella afirmando lo que es falso.

Sería un tanto necio no admitir que Feyerabend, como estudiante en las clases de Popper, no se hubiera visto influido por él, especialmente en lo que se refiere al anti-induccionismo, clave a la que constantemente nos remite la obra de Feyerabend, y la cual está sustentada por el remitente suceso histórico que confirma que habitualmente leyes consideradas de nivel superior como las de Newton, entran en conflicto directo con otras de nivel inferior como la de Kepler, y por cuanto que no se pueden derivar de ellas, no podemos admitir un claro progreso en la historia de la ciencia. Esta afirmación acerca de inductivismo por parte de Popper pudo ser el factor desencadenante para que Feyerabend abrazara el falsacionismo, de hecho él mismo admite que “la falsabilidad parecía ahora una opción real y me dejé seducir por ella (…) apliqué el procedimiento a diversas cuestiones y lo adopté como pieza central de mis clases(…)” 4

No es de extrañar que el propio Feyerabend se hubiera sentido seducido por los planteamientos popperianos, sin embargo el falsacionismo y la propia figura de Popper no llegaron a cristalizar en él, de modo que se revolvió contra Popper y consideró su filosofía, al igual que otras tantas, como una amenaza, y “(…)¿Por qué son peligrosas? Por que contienen elementos que paralizan nuestro juicio. El racionalismo, por muy dogmático o crítico que sea, no es una excepción. Peor aún: la coherencia interna de sus productos, la aparente racionalidad de sus principios, la promesa de un método que permite a los individuos liberarse de prejuicios, y el éxito de las ciencias, que parecen ser el principal logro del racionalismo, le confieren una autoridad casi sobrehumana. Popper no sólo utilizaba estos elementos, sino que añadía un elemento paralizador de su propia cosecha: la simplicidad.5

3.3Epistemología Post-popperiana: el planteamiento historiográfico.

Poco después de que Popper publicara la Lógica de la investigación científica, casi simultáneamente, surgieron muchos otros planteamientos que amenazaban o trataban de salvar, básicamente en el sentido en que Popper lo hizo, las tesis sostenidas por los Neopositivistas. De entre todos estos modelos trataremos de tener en cuenta el que hoy se conoce como “Planteamientos historiográficos”, en tanto que Feyerabend, el autor que nos ocupa, es generalmente considerado como perteneciente a esta corriente.

El planteamiento historiográfico, cuya labor es claramente crítica, se agrupa básicamente en función de la toma de dos consideraciones, a saber: a. Que no existen fundamentos últimos para las pretensiones del conocimiento, y b. Tampoco existen criterios absolutos y a priori que permitan identificar el verdadero conocimiento. Sin embargo, estos criterios se desvanecen un poco al observar quienes son propiamente los representantes de los planteamientos historiográficos ya que, si bien autores como Kuhn y Feyerabend encajan perfectamente dentro de estas afirmaciones, otros autores que generalmente son incluidos dentro de este conjunto, como Laudan (que sí cree en el progreso científico, aunque desesperadamente) o Lakatos (que admite la falsación, aunque la reformula) no comparten con una seguridad tan rotunda estas conclusiones a las que llegan.

De este modo, y por lo tanto, nos centraremos ahora en la figura de Kuhn, no sólo por encajar perfectamente dentro de la definición de los planteamientos historiográficos, sino más bien por ser una figura de una importancia capital en las tesis de Feyerabend.

Todas estas impresiones, sorpresas, ideas y confirmaciones permanecieron en mí; a veces alzaban la cabeza, pero parecían inaceptables cuando las encontraba en otros: mi terquedad se extendía incluso a ideas que parecían mías. Por ejemplo, critiqué de manera bastante anticuada el manuscrito de La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn, cuando lo leí hacia 1960.” 6

3.4Kuhn y feyerabend: la Historia como un elemento clave del método.

La obra de Kuhn La estructura de las revoluciones científicas provocó un revuelo así como todo un giro en el orden de la ciencia y la epistemología, obra la cual es considerada como la más representativa de los planteamientos historiográficos.

El propósito fundamental de Kuhn es el de dar cuenta de un nuevo modelo de desarrollo científico, y este nuevo modelo, tanto para Kuhn como para Feyerabend se da a partir de la Historia de la Ciencia, por lo que la historia pasa a ser por sí, el elemento enfrentado a la lógica formal neopositivista, con el que constituir el método, y por lo tanto, con el cual poder llevar a cabo el análisis. Según estos autores nos permitiría obtener una visión más real del desarrollo de la ciencia. La aplicación de la historia en lugar de la lógica lleva consigo la consideración de que el “desarrollo” que se da no es ni lineal ni acumulativo, sino más bien discontinuo, ya realmente una vieja teoría no se reduce a las nuevas teorías que van apareciendo, pudiendo parecer esto de otro modo dado que la historia que se nos presenta o enseña es una historia sesgada, en donde se descartan y toman en cuenta episodios en función del interés de “la razón” imperante. Esto, claro, no sólo sucede en este ámbito, sino también, por ejemplo, dentro de la propia historia de la filosofía e historiografía, en la que quienes sustentan el poder (generalmente, no siempre) son los que labran nuestra memoria.

Para Kuhn la acumulación de conocimiento sólo se da en períodos los cueles él llama de “ciencia normal”, es decir en períodos en que un determinado paradigma se desarrolla tras alcanzar una posición hegemónica. Sin embargo siempre surgen nuevos paradigmas en pugna, y que a su vez son “incomensurables” entre sí ( o dicho de otro modo, incompatibles o incomunicables); sin embargo, el tema de la inconmesurabilidad, es un tema que desarrollaremos más adelante. El paso de un paradigma a otro se da por medio de una “revolución científica”, pero ¿Qué es lo que desencadena una revolución científica?

Lógicamente habría que aclarar que en estos cambios de paradigma no significa que toda una comunidad de intelectuales se vea transportada a un mundo completamente distinto al anterior, “Sin embargo, los cambios de paradigma hacen que los científicos vean los campos de investigación, que les es propio, de manera diferente. En la medida que su único acceso para ese mundo se lleva a cabo a través de lo que ven y hacen, podemos desear decir que, después de una revolución, los científicos responden a un mundo diferente.7 En los períodos de ciencia normal se suelen dar ciertos enigmas ante los cuales el paradigma ha de responder. Si se da el caso de que persisten estos enigmas puede ser que se conviertan en anomalías (tarde o temprano lo serán). Estas anomalías serán lo que Feyerabend llama errores. La crisis provocada por tales anomalías puede acabar de tres modos: 1º que las técnicas y teorías de un determinado paradigma superen la dificultad; 2º que se resista el problema y se mantenga hasta otra generación; o 3º que surja un nuevo candidato a paradigma. Los ejemplos de Kuhn para ilustrar el sentido de paradigma son la astronomía ptolemaica, la «nueva» química de Lavoisier, la óptica corpuscular de Newton, o la dinámica aristotélica. De acuerdo con Kuhn, un paradigma está formado por la amalgama de una teoría y un método, que juntos constituyen casi una forma especial de ver al mundo. Pero es quizás lo más inaceptable de todo esto que, a fin de cuentas, una paradigma no acaba imponiéndose a otro por ser más racional o efectivo, sino que “sea cual fuere su fuerza, el status del argumento circular es la persuasión”.8

Ya hemos podido entrever ciertas similitudes entre Kuhn y Feyerabend. De hecho, y hablando de un modo un tanto gratuito, se suele decir que Feyerabend lleva al extremo las tesis de Kuhn, pues si a Kuhn le preocupó el ser acusado de irracional, seguro que Feyerabend habría estado encantado con ello. Entre otras similitudes destacan principalmente que ambos comparten el anti-inductivismo y la noción de inconmesurabilidad; que no hacen equivaler la noción de racionalidad científica a logicidad y además consideran que no existe un número de reglas metodológicas fijas. Además de esto, ambos consideran que existe una carga teórica en la observación, es decir que las reglas en que han sido educados los observadores serán determinantes a la hora de contemplar un determinado hecho, incluso a la hora de seleccionar qué hechos merecen ser observados, lo que lleva consigo a criticar la existencia de un lenguaje observacional.

Sin embargo, una de las más destacables diferencias entre ambos se encuentra en que el interés principal de Kuhn se queda en el orden epistemológico, mientras que Feyerabend no sólo se queda ahí, sino que lo extiende hasta el nivel ético-social. Como veremos llegará a afirmar que el conocimiento científico no es superior a otros y que, por ende, no puede ser juez del resto de las tradiciones.

Soy profesor del método científico, pero tengo un problema: el método científico no existe” Así iniciaba Popper sus cursos.

4.FEYERABEND CONTRA EL MÉTODO

Contra el método, o lo que después fue el Tratado contra el método, es sin lugar a duda la obra que dio fama a Feyerabend. Fama y críticas tales que sumieron a Feyerabend en una depresión que le duró más de un año, hasta tal punto que llegó a declarar que “a menudo deseaba no haber escrito aquel maldito libro.9 De hecho, la misma decisión de escribir el libro no salió de él, sino que fue animado a hacerlo por parte de su colega Imre Lakatosy una editorial llamada New Left. Sin embargo estaríamos equivocados al pensar que Feyerabend pasa por alto su propia obra, ya que, aún siendo la primera, no deja de recurrir y remitirnos a ella a lo largo de toda su producción, como demuestran, por ejemplo, los capítulos dedicados a esta en Matando el tiempo y La ciencia en una sociedad libre.

Entre las más duras criticas recibidas tras la publicación de esta obra se encuentran la de los racionalistas más rancios, es decir los positivistas lógicos, entre otros, lo cual no es de extrañar puesto que la obra en sí resulta ser una maldición contra el racionalismo.

En la lectura del libro se contempla la vaga intención de Feyerabend a la hora de escribir la obra, en el sentido en que se muestra como un proyecto claro, pero poco definido, ya que la propia estructuración de la obra no es del todo sistemática, lo cual bien podría ser intencionado, siendo en parte una forma de denuncia al carácter lógico-sistemático del racionalismo y por lo tanto, un alegato a su epistemología anarquista. Sea como fuere, el propio Feyerabend considera que “no es un libro, es un collage.”10

En sí, la obra es fruto de la recolección de diversos viejos escritos, y de las conferencias del London Scholl of Economics y el University College of London en las cuales participó. En estas conferencias, y por consiguiente en la propia obra, trataba de hacer ver dos cosas:

  1. Que las reglas y criterios racionalistas eran violados frecuentemente en diversos episodios fundamentales como la Revolución Copernicana y la Teoría Cuántica.

  2. Que tales reglas debían de ser violadas como condición de progreso

Estos dos hechos nos hacen postular la existencia de dos dimensiones en Feyerabend y su obra.

Una de estas caras vendría a ser la más crítica y dura, y estaría dirigida principalmente al racionalismo científico y al neopositivismo emergentes, tratando de romper así el espejismo que supone la excelencia de su método. Sin embargo, el alcance de su crítica no puede restringirse al ámbito de las ciencias, sino que afecta a toda las restantes disciplinas, ya que todas se encuentran en un entramado de poder, en el que la metodología científica (racionalista) es el canon que impera, y en consecuencia esta epistemología se hará extensible a todos aquellos otros campos que precisen de una metodología.

La otra dimensión de la obra es más “positiva”. Sería erróneo pensar que la obra es una pura crítica sumida en un relativismo extremo, ya que además de hacer ver los procesos que ayudaron a los científicos en su trabajo y desarrollo, también propone un nuevo modelo epistemológico con el fin de alcanzar un progreso “real” y humano en la ciencia o filosofía y, por lo tanto también en las estructuras sociales y políticas (aunque esto se verá desarrollado en la Ciencia para una sociedad libre). Lo que propone su epistemología anarquista es comenzar a conocer con la honestidad perdida en la ciencia y fomentar la libre creatividad, amparándose en el lema de Bakunin de “que cada uno se emancipe por sí mismo, y a cada uno le instruya su propia voluntad

4.1El anarquismo metodológico

Ya las primeras líneas de Contra el método están dedicadas a la consideración de que el anarquismo puede proporcionar una excelente base para la epistemología de la ciencia. Esta simple afirmación hizo que a Feyerabend le llovieran un aluvión de críticas a las que insistentemente corrigió: “No digo que la epistemología o filosofía de la ciencia tengan que hacerse anárquicas. Digo que (…) Hoy en día la epistemología está enferma y necesita una medicina. Esta medicina es el anarquismo.11 De hecho, Feyerabend insiste constantemente que ni siquiera la idea del anarquismo en política le parece atractiva, ya que aún siendo necesaria en el terreno epistemológico “me reservo el derecho a no actuar de acuerdo con dicha convicción y así lo hago con frecuencia: mi libro y mi vida privada son dos cosas bien distintas.12 Pero ¿Qué es lo que le hace a Feyerabend diagnosticar esta enfermedad en la epistemología?

Las razones que llevan a Feyerabend a dar con este diagnóstico son, a grandes rasgos, dos. La primera de ellas se encuentra en directa relación con la historia. Para nuestro autor, la historia, especialmente en sus períodos revolucionarios, es mucho más rica de lo que “lo que el mejor historiador y el mejor metodólogo puedan imaginar13 y considera que la sustancia de esta esté determinada por toda una red interacciones. Sin embargo, y es esta la primera de las razones, existe toda una variabilidad del acontecer histórico que lo hace imposible de codificar en unas cuantas reglas.

La segunda de las razones se halla en el orden de lo ético y social. Su crítica se basa en la convicción de que todo intento de codificación del pensamiento científico es en gran medida una esterilización del pensamiento. En este sentido nos describe una ciencia e historia de la ciencia sometidas a las necesidades del presente (que en nuestro caso giran básicamente en torno al consumo, y las ansias de poder político), donde a los jóvenes científicos se les practica un lavado de cerebro y se les entrena meticulosamente para adquirir lo que se llama una “consciencia profesional”, que les mantenga atados dentro de una idea de ciencia simple y monótona, y realmente tan válida como(o menos que) cualquier otra.

Algunas de las técnicas para llevar a cabo esta empresa pasan por restringir la imaginación e inhibir las intuiciones propias, y por consiguiente la creatividad. Pero, además de esto, también se educa en el uso de un lenguaje ajeno a uno mismo (respecto a este tema tendrían mucho que decir gente como Marcuse, Nietzsche o Foucault). Así, casi con toda seguridad “tal y como hoy se conoce, la educación científica tiene este propósito, que consiste en llevar a cabo una simplificación racionalista del proceso ciencia mediante una simplificación de los que participan en ella.14

De todas formas, la ciencia no siempre estuvo enferma ni tampoco tiene por que estarlo hoy, tal como demuestra la historia de la ciencia. En primer lugar, no existen los “hechos desnudos”, sino que, desde el momento en que tomamos en consideración un determinado hecho, éste ya porta en sí una determinada ideología o carga teórica, es decir un significado y un sentido concretos. Y, en segundo lugar, la historia de la ciencia está constituida por sus principales autores, entendiendo por “principales” como aquellos hombres y mujeres que supusieron un cambio en la manera global de entender el mundo y que, se supone, contribuyeron al progreso. Pues bien, la historia de la ciencia no sólo está constituida por las conclusiones a las que estos hayan llegado o los hechos que hayan constatado, sino que existe todo un conjunto de conflictos, ideas, acciones e interpretaciones que hacen de la historia de la ciencia (y de la historia en general) mucho más rica y compleja de lo que a menudo nos hacen creer.

Sin lugar a duda, la dinámica de la historia de la ciencia se compone de conjuntos de reglas y errores. Estos “errores”, similares a las “anomalías” de Kuhn, son fenómenos históricos concretos y claramente demostrables (como mostrará en el argumento de la torre), y muchas veces estos son ocultados o ignorados deliberadamente hasta por los más prestigiosos científicos. Pero la postura adecuada, para Feyerabend, que debemos tomar ente estos “errores” o “irracionalidades”, no es la de evitarlos sino la de aprender a convivir con ellos, bien por que muchas veces cosas tenidas por irracionales en su momento pasaron a formar parte de la propia definición de racionalidad, bien por que son el la mismísima sangre bombeada por los corazones de librepensadores que no quisieron acomodarse a lo que su tiempo les prescribía como racional, y que en efecto ponen en marcha el cuerpo de la historia y la humanidad.

En último término, esta epistemología anarquista que nos propone Feyerabend, estaría orientada a la formulación de un número de sugerencias o reglas basadas en la experiencia y práctica para estimular la libertad de pensamiento y la creatividad. Es decir, una ciencia adaptada a cada talento particular.

4.2 El caracter hitórico del cono cimiento y los límites de la argumentación.

Si a Feyerabend se le suele enmarcar dentro de los “planteamientos historiográficos” no es por puro arbitrio. Dentro del posicionamiento de Feyerabend la historia cumple un papel fundamental, ya que es ella misma la encargada de refutar los dogmas de la ciencia, así como toda idea de método con principios inalterables. Así pues, observamos en la historia que las reglas usadas desde una determinada teorías son infringidas comúnmente y no por mero accidente o por ser fruto de la ignorancia, sino que el uso de estos errores es necesario para el progreso, pues “ …cualquier regla, por fundamental que sea, hay siempre circunstancias en las que se hace aconsejable no sólo ignorar la regla, sino adoptar su opuesta.15 por ejemplo, introducir hipótesis ad hoc, hipótesis autoinconsistentes, …etc.

Este mismo tema es desarrollado ilustrativamente en un artículo publicado por Feyerabend en 1989 en The Journal of philosophy. En el artículo que lleva por título Realismo y la historicidad del conocimiento, destaca dos posibles actitudes a tomar, partiendo de dos supuestos: el primer supuesto considera que teorías y descubrimientos son fruto de desarrollos idiosincráticos. El segundo supuesto es el que comparten un amplio número de científicos, y sostiene que los descubrimientos existen de un modo independiente de las circunstancias del conocimiento. Este segundo supuesto, al que llama de separabilidad, y que supone que podemos suprimir el camino que condujo al resultado sin perder el resultado mismo, encuentra muchas dificultades. La primera de las dificultades conlleva que este criterio de separabilidad también se da en tradiciones no científicas, poniendo como ejemplo los dioses homéricos. Es decir, ¿Por qué podemos afirmar que los átomos existen independientemente de las circunstancias de la historia y el desarrollo científico, y sin embargo decimos que los dioses homéricos no existen cuando pueden poseer la misma condición que los átomos? La primera respuesta que resulta de aquellos adoptan el supuesto de separabilidad suele ser que, al contrario que los átomos, los dioses homéricos, fueron refutados por los argumentos. Pero Feyerabend no cree en absoluto poder de los viejos y píos argumentos, de hecho, considera que son los eventos y no los argumentos los que marcan el camino a nuevos paradigmas y standards; incluso, en determinadas circunstancias, los argumentos pueden ser un obstáculo para el progreso, pues suelen ser adoptados por el statu quo para “formar” dentro de su dogma.

Por lo tanto, para Feyerabend, y creo que para cualquier persona con un poco de honestidad y dos dedos de frente, la creencia en los dioses homéricos devino a su ocaso, no por el peso de un o uno determinados argumentos, sino que fue la historia, un cambio social gradual, lo que les hizo venir a menos.

También podríamos modificar el supuesto de separabilidad y considerar que la existencia de tales dioses nunca fue razonable, “Ahora bien, hacer de lo razonable un criterio de la existencia separable de las cosas, supone que las cosas se adaptan a los criterios de existencia.16 Sin embargo, la propia historia refuta esto: la revolución copernicana, el atomismo antiguo, las dudas acerca de los quarks, la segunda ley de la termodinámica,…etc. Por lo tanto, decir que los dioses homéricos no existen por que no pueden ser sujeto de experimentación es violar esto mismo.

Todo esto supone una trascendental importancia de la historia para la ciencia, ya que los modelos de conocimiento científico son fruto de desarrollos históricos concretos.

Por consiguiente, los seres humanos, y en este caso los científicos, son los propios escultores de la realidad, pero no de un modo relativista extremo tal como nos puede parecer, ya que el propio material de la realidad se nos resiste de algún modo, y no nos deja dar la forma que queramos; hay un contenido que nos determina. En cierta medida somos como un Demiurgo condicionado por un mundo de las Ideas dinámico, cambiante, y por una jóra primigenia que no se deja moldear a nuestro antojo.

Dadas estas circunstancias, y las claras limitaciones de la argumentación, el que en principio se imponga un determinado paradigma o interpretación de la realidad, es una cuestión de fe. Las propias “teorías llegan a ser claras y razonables sólo después de que partes incoherentes de ellas hayan sido utilizadas durante largo tiempo.17

4.3El principio “todo vale”

Si lo comprendido hasta aquí se ha comprendido, ya podríamos empezar a entrever el hecho de que la idea de un método o racionalidad fija surge de una visión demasiado ingenua del hombre, y dado el material con el que la historia nos provee, Feyerabend cree que sólo se puede adoptar un principio válido para todas las etapas de la historia, el principio de “Todo vale”.

Este controvertido principio que hizo célebre a Feyerabend, único principio metodológico que él está dispuesto a aceptar, fue comúnmente mal entendido, cuando él mismo afirma que “Todo vale no expresa ninguna convicción mía, sino que es un compendio jocoso de los apuros de un racionalista: si quieres criterios universales, sino puedes vivir sin principios cuya validez esté por encima de la situación, la forma del mundo, las exigencias de la investigación y las peculiaridades temperamentales, entonces yo te proporciono uno de esos principios. Será inútil, vacío y bastante ridículo, pero será un principio. Será el principio todo vale.18

Creo que esta aclaración de Feyerabend demuestra sobradamente el carácter irónico del principio “todo vale”. Realmente lo que se nos dice con este principio es que todas las metodologías tienen sus límites, y que cada uno tiene y tendrá siempre sus excepciones; no se quiere decir con esto que todas las reglas o criterios carezcan de valor, sino que en principio todas tienen, en principio, el mismo valor, y que por lo tanto, y lo que es más importante, el valor del racionalismo científico no es mayor al de los demás, y menos como para ser juez de las restantes tradiciones.

Por otro lado, su propuesta, como ya venimos señalando anteriormente, consiste en que, en cada momento, y en función de una determinada “praxis”, se establece una regla y no un conjunto de reglas que nos mantengan dentro de un dogma.

Si aún con todo esto aún no se comprende la tesis de Feyerabend, quizás el tema de la inconmensurabilidad sirva para arrojar un poco más de luz o reafirme su pensamiento.

los descubrimientos importantes, dije, no son como el descubrimiento de América, donde la naturaleza general del descubrimiento es ya conocida. Por el contrario, son como reconocer que se ha estado soñando. Existe un término técnico para tales cambios: inconmesurabilidad.” 19

4.4 Inconmesurabilidad y desarrollo científico.

La cuestión de la inconmesurabilidad es un tema ya tratado anteriormente en el punto que reservamos a Kuhn, dada su afinidad con Feyerabend, en este trabajo. Sin embargo, creemos necesario aclarar ciertas cuestiones que el propio Feyerabend trata en torno a este tema.

Feyerabend considera que la inconmesurabilidad está conectada con la cuestión de la racionalidad científica, ya que comúnmente, las críticas a la inconmesurabilidad, surgen por miedo a que el argumento racional (o tradicional) pierda el poder de su eficacia: Un claro ejemplo de esto está en el racionalismo crítico popperiano. El racionalismo de Popper comienza su investigación con un problema y continúa “resolviéndolo”; en este “resolverse” genera nuevos problemas y teorías, que resuelven problemas de los anteriores y plantean cosas nuevas, superponiéndose unas a otras hasta el infinito, o según Popper, hasta la Verdad.

Esta es la noción de conmesurabilidad entre teorías que mantiene Popper, y esta implica la consideración de un modelo acumulativo del desarrollo científico. Es decir, para que haya progreso o desarrollo acumulativo, las teorías han de ser conmensurables; y, para que haya conmesurabilidad, una teoría tiene que poder reducirse a otra. Sin embargo, la noción de reducción presupone una cierta consistencia entre teorías, de tal mente que la teoría reductora debe ser consistente con la reducida. Además, el significado no puede variar, es decir que los términos descriptivos de la teoría vieja han de mantener invariable su significado en la nueva.

Pero lo que realmente sucede es que la introducción de Teorías comprehensivas como la teoría del movimiento de Aristóteles, la teoría del ímpetus, o la mecánica de Newton en la historia del desarrollo científico conlleva cambios de perspectiva, tanto en rasgos observables como en rasgos no observables, además de cambios de significado en los términos del lenguaje empleado; es decir, el paso de una ontología a otra se produce por que una de ellas es defectuosa, y cuando esto es así, cada descripción de la vieja teoría ha de ser cambiada por un enunciado diferente. En efecto, se produce una incomunicabilidad que se traduce en inconmesurabilidad. Es el caso, por ejemplo, de la física clásica y la teoría cuántica, o la teoría de la relatividad. El éxito de la teoría de la relatividad trajo consigo un sin fin de nuevos conceptos y “este nuevo sistema conceptual no es que niegue la excelencia de estados clásicos, sino que ni siquiera nos permite formular enunciados que expresan tales estados.20

Esto nos puede dar la idea entonces de que una teoría no es más que una representación del mundo, por lo que las distintas teorías no son más que distintas representaciones del mundo.

Lo más oscuro de todo este asunto es que la elección entre distintos tipos de teorías se hace mediante la propaganda, tratando de alcanzar así la popularidad requerida, así como diversos trucos psicológicos y promesas. La aplicación de estos métodos se realiza cuando los argumentos han perdido toda su fuerza coercitiva dadas una condiciones psicológicas adversas dentro de la sociedad.

Para Feyerabend la elección entre diversas teorías ha de resolverse, obviamente, de otra forma. Como único atisbo real de “progreso”, aparte de los juicios éticos y estéticos, con el que podemos valorar una teoría “hay sólo una tarea que podamos legítimamente pedir a una teoría, y es que nos dé una descripción correcta del mundo, es decir, la totalidad de los hechos vistos a través de sus propios conceptos.”21

Pero, además de la inconmesurabilidad en el ámbito científico, Feyerabend también apunta a cierta inconmesurabilidad en los períodos históricos, ya que “es un error suponer que la esencia de un período histórico que comenzó en un lugar pueda transferirse a otro. Habrá influencias, es cierto; por ejemplo la Ilustración Francesa influyó en Alemania. Pero las tendencias que surgen de la influencia sólo comparten el nombre de la causa22 pues cualquier ideología es hija de su tiempo, y cualquier época histórica pasada, es siempre interpretada desde una determinada época, con las limitaciones que esto sugiere­, como por ejemplo en lo que se refiere al conocimiento de un período histórico que tenemos; un descubrimiento arqueológico, como ya ha pasado otras veces puede hacernos cambiar por completo la perspectiva que teníamos de una determinada civilización.

4.5 Contrainducción y pluralismo teórico.

En contra de lo que nos pudiera parecer, una vez comprendido el hecho de la inconmesurabilidad, podemos observar como se abren todo un número de nuevos e interesantes caminos. De entre todos esto caminos, el propio análisis realizado por Feyeravend, le conduce a dos nuevos modos de actuar dentro de su “metodología”. Estos nuevos elementos son el principio de proliferación o pluralismo teórico y la contrainducción.

La idea de principio de proliferación o pluralismo teórico surge como respuesta a las exigencias de consistencia interteórica de racionalismo.

Esta idea tiene por base el texto de Sobre la libertad de J.S. Mill. La teoría de la proliferación que Mill propone surge, en principio, como solución a problemas vitales, y no epistemológicos. Sin embargo, Feyerabend trata de demostrar que la proliferación es factible tanto para las ciencias sociales como naturales. Pues bien, para que la civilización progrese y el ser humano se desarrolle es necesario fomentar la variedad de carácter y la total libertad humana para poder extenderse por todos los puntos de vista que generen los distintos talentos o actitudes. No vemos ningún motivo para pensar que no es posible exportar este modelo al terreno de las ciencias naturales, ya que, al fin y al cabo, son producciones nuestras.

En este sentido, para una metodología pluralista, y por lo tanto, para tener un sentido más crítico, debemos defender todas las teorías y paradigmas posibles. Así pues, una de las consecuencias más directas de la teoría de la proliferación es que la estabilidad del conocimiento no puede ser garantizada durante más tiempo, puesto que toda teoría es susceptible de ser transformada.

Esta teoría también exige una nueva actitud respecto a la relación entre éxito y estabilidad. Hasta Popper, por lo menos, el fin de toda metodología era encontrar principios y hechos que no estuvieran sujetos a cambio. Es decir, el éxito se medía por la estabilidad de estos principios. Este deseo de encontrar cosas que no estén sujetas a cambio, es una pretensión que se remite a tiempos remotos, y es totalmente comprensible. El ser humano como ser -para- la muerte, como diría Heidegger, escubre desde muy pronto la fugacidad del mundo y, por lo tanto, de su propio ser. Alertado por este terrible miedo, y harto de buscar algo dentro del mundo que fuera estático o no-perecedero, el ser humano inventó toda una amalgama de paradigmas estables fuera del mundo, tales como el “Cielo” católico o “el mundo de las Ideas” platónico. En el caso del positivismo lógico y de Popper sucedió algo parecido. Formularon teorías e hipótesis para configurar su método sin ser fieles a la historia, es decir, omitieron el propio mundo por un mundo propio, y bajaron al mundo de los mortales con teorías puras, quisieron acomodar el mundo a su verdad, dándole una vigencia eterna. Personalmente no creemos en la existencia de principios o hechos que no estén, tarde o temprano, sujetos a algún cambio. Sin embargo, para los Popperianos, si toda refutación fracasa contra esta metodología hierática, es que hemos dado con un resultado “positivo”, hemos encontrado un rasgo estable del mundo, y por consiguiente nos hemos acercado más a la Verdad. Sin embargo, Feyerabend, aún excluyendo el hecho de que se eviten o eliminen refutaciones (no se les haga frente) por considerar que contienen conceptos incomensurables, mantiene la actitud de que toda estabilidad prolongada es, en realidad, síntoma de fracaso “en trascender una etapa accidental del conocimiento, y en acceder a un estadio más alto de consciencia y entendimiento.”23

Así pues, lo que realmente estamos haciendo al cerrar otras puertas o puntos de vista es perder conocimiento, y no sólo eso sino que educados y familiarizados con categorías ya existentes, perdemos la capacidad de la espontaneidad, es decir perdemos la auténtica libertad.

Además de la proliferación teórica pluralismo teórico, Feyerabend concede una gran importancia a la contrainducción. Frente a la tradicional regla metodológica que aconseja proceder inductivamente ( es decir, aceptando sólo aquello que sea consistente con los hechos), Feyerabend propone la contrainducción, que supondría aceptar teorías inconsistentes con los “hechos”. Dicho de otro modo, a veces no sólo resulta aconsejable, sino que es necesario, aceptar y defender teorías que vayan en contra de los hechos para que así podamos romper con el inmmovilismo en la ciencia. Si por el contrario aceptamos sólo teorías consistentes con los hechos, cerramos el paso a ideas realmente revolucionarias e innovadoras. Poe ejemplo, si Galileo no hubiese actuado contrainductivamente (como sobradamente demuestra Feyerabend en Contra el método) no habría podido defender el movimiento de la Tierra.

Es un hecho demostrado que la ciencia progresa a través de irracionalidades; lo racional es lo establecido, pero sólo en la medida en que alguien se sale de lo establecido para probar nuevos caminos, se habre una nueva vía de investigación.

La contrainducción es esencialmente dos cosas. Es un hecho, ya que la ciencia no es posible sin ella, y por otra parte también es un movimiento, legítimo y necesario para el propio desarrollo de la ciencia. Este carácter esencial de la contrainducción se debe a la propia estructura de la realidad, y a la ambigüedad existente dentro de los objetos que en ella encontramos. Como apoyo a esta tesis, Feyerabend recurre a una interpretación materialista de los tres principios de la Cosmología hegeliana.

El primero de estos principios sostiena que una descripción completa de los objetos es autocontradictoria, por lo que las ciencias y el propio “sentido común” se equivocan al creer que han alcanzado una descripción total de un determinado objeto. Esto se debe a que cada cosa determinada está conectada con todas las demás, por lo que cada objeto contiene parte de la naturaleaz de todo otro objeto. Consecuentemente, una descripción completa debería enunciar lo que el objeto es y lo que el objeto no es. “Esta contradicción no puede ser separada (…) por que el proceso tendrá que ser separado, al menos en el pensamiento de algo que no sea él mismo; de otro modo sería un ser puro, lo que es lo mismo que decir la pura nada.24

El segundo principio considera que los objetos, por su finitud, se inquietan dentro de sus límites y buscan trascenderse, es decir, se niegan, quieren ser lo que no son. Y su propia negación nos conduce al tercer principio de la cosmología, que encarnaría la síntesis, que sería un concepto mucho más rico en tanto que contendría los dos pasos posteriores.

Así pues, la contrainducción se apoya en la dialéctica, es decir, cuendo un objeto no se adecúa a su concepto, debemos encaminarlo hacia este concepto, o dicho de otro modo, debemos operar contrainductivamente. Esto, lógicamente, no debemos entenderlo en virtud de una concepción estática de la realidad, sino dinámica, donde ningúno de los pasos que demos será el último. Por lo tanto, no debemos desechar la contrainducción ni creer que trabajamos con conceptos estables, y mucho menos creer que podemos llegar a alcanzar una descripción completa de un determinado objeto.

Para finalizar con este tema habría que añadir que la contrainducción, y también el pluralismo teórico, nos sirve para descubrir los componentes ideológicos enmascarados en nuestro conocimiento, por lo que cuando nos topemos con una contradicción entre hechos “firmamente establecidos” y una teoría nueva e interesante, no debemos abandonar la teoría, sino que debemos utilizarla para descubrir los componentes ideológicos responsables de tal contradicción.

5.LA CIENCIA EN UNA SOCIEDAD LIBRE

A partir de los años 70, y seguramente a raíz de los episodios históricos acaecidos a lo largo de los convulsos años 60, los intereses de Feyerabend van adquiriendo un cariz ético-social y , a grandes rasgos, se centrarían en la liberación del hombre frente a la ciencia, ya que entiende que ésta se ha convertido en un fuerza opresora del Estado.

La obra que recoge clara y detalladamente estos intereses de Feyerabend es el libro de La ciencia en una sociedad libre, escrito en 1978. El libro se divide en tres partes bien delimitadas:

  1. Razón y práctica.

  2. La ciencia en una sociedad libre.

  3. Conversaciones con analfabetos.

La tercera parte está reservada a las críticas recibidas tras la publicación del provocativo Tratado contra el método, por lo que no entraremos ahora en detalle, pues se supone que el contenido de este capítulo ya fue tratado e incluido con anteriodad en el capítulo precedente. Por lo tanto nos dçcentraremos en las dos primeras partes, y especialmente en la segunda por los motivos que expondremos a continuación. Ambas partes están vinculadas porque, como ya venimos apuntando antes, en ambas persiste la intención de Feyerabend de demostrar que la racionalidad es una tradición más y no un criterio al que deban ajustarse las otras tradiciones.

A grandes rasgos, la primera parte se ocupa, a parte de diversas matizaciones y ejemplos que complementan temas expuestos en Contra el método, de un problema sobre el que no se incidió detalladamente en Contra el método y que, sin embargo, subsiste bajo todos los argumentos tratados en esta obra; es el problema de la relación entre razón y práctica.

Generalmente, las respuestas a esta problemática suelen agruparse en torno a dos grandes grupos: los idealistas y los naturalistas. Los idealistas otorgan un papel prioritario a la razón, de tal forma que la práctica no sería más que el material en bruto sobre el que la aplicación consciente de la razón se ejercita, y este mismo ejercicio es el que posibilita una ciencia, hiatoria, sociedad… “válidas”. Por lo tanto, la razón sería la que guía a la práctica.

Por otro lado estarían los naturalistas, que consideran que la razón recibge de la práctica su contenido y autoridad. Estos presuponen que los seres humanos no actúan sin pensar y que, siempre que razonan, lo hacen lo mejor que pueden. De este modo, la historia o la ciencia ya son todo lo perfectos que puedan ser, y los errores que en estas se den no encuentran otro motivo más que ciertas condiciones adversas puntuales además de que las “buenas ideas” no llegaron antes. Por lo tanto, para comprender las posibilidades de la razón debemos verla en su práctica, es decir, debemos analizar la historia.

Feyerabend no está de acuerdo con ninguna de las dos posturas en particular, si bien cree que las dificultades e inconvenientes que arrojan por separado pueden ser resultas si combinamos ambas. Por ese motivo él propone un interaccionismo entre razón y práctica, por que razón y práctica intervienen del mismo modo en la historia. La consecuencia que se desprende del interaccionismo es propiamente la tesis que sostiene en esta obra, es decir que la razón o el racionalismo es una tradición más que no tiene derecho a juzgar o imopnerse sobre las otras.

La segunda parte de la obra se centra más en sus tesis ético-sociales que girarían en torno a la idea de una sociedad libre y el papel que la ciencia debe cumplir en esta. Así pues, se parte del hecho de que toda sociedad genera un determinado tipo de preguntas que, a su vez, exigen teorías que les den respuesta. Estas teorías son suminisradas por especialistas o intelectuales que, en consecuencia, determinan la estructura de la sociedad, así como lo que se puede afirmar o lo que no, lo que es real y lo que no lo es.

Este desmesurado y determinante poder que aglutinan los científicos en nuestra sociedad nos sugiere, o nos debería exigir, la formulación de una pregunta: ya que hemos dejado en manos de la ciencia toda nuestra capacidad volitiva y cognoscitiva, “¿Cuáles son las ventajas que nos proporcina u ofrece la ciencia?”.

A pesar de su evidencia, esta pregunta hoy no se suele plantear por que “La excelencia de la ciencia se supone, no se defiende.”PAG83CSL. Este dogam no sería especialmente relevante si no se hubiera trasladado a todas las esferas de la sociedad, incluída la propia educación. Más aún cuando los standards científicos no son meramente situados frente al estudiante y aclarados, sino que desde un principio se supone que poseen maxima eficacia causal a la hora de provocar un comportamiento. Lo pero de tales argumentos racionalistas, que en el fondo no son más que una maniobra política oculta, es que o bien carecen de contenido, o bien contienen una función conservadora que pone freno a cualquier nueva propuesta que pueda desestabilizar el statu quo.

Anteriormente habíamos llegado a la conclusiónde que la ciencia, encarnada en el racionalismo, no era más que una tradición como cualquier otra, y que por lo tanto no tenía derecho a juzgar a otras tradiciones. Esto nos conduce a que las tradiciones, en sí, no son ni buenas ni malas, sino que simplemente son. Pues bien, para saber qué ventajas nos concede la tradición racionalista-científica con sus propuestas, es comparándola con otras. Esto parece introducirnos dentro de un relativismo cultural y cognoscitivo, pero las formas del relativismo son variadas.

Generalmente se tiene un miedo exhacervado al relativismo, y esto seguramente se debe a que el posible relativismo puede hacer que “nuestro punto de vista más querido parece convertirse en una más de las múltiples formas de organizar la vida…25, por lo que es lógico que cueste ceder terreno al relativismo cuando uno ha ocupado una posición hegemónica dentro del poder.

Sin embargo, Feyerabend nos está proponiendo un relativismo de corte protagórico, es decir, razonable y civilizado, pues consiste en dar cabida al mayor número de tradiciones y valores; es una apuesta por una democracia real.

Por otro lado, y respondiendo a la pregunta formulada, si aceptamos que la democracia es un espacio digno en el que habitar, debemos tomar el predominio de la ciencia como una amenaza al espacio democrático. Esto se explica en virtud de los principios básicos de la democracia como son la tolerancia, la igualdad y la libertad. Pero n nos equivoquemos. Una igualdad que no es igualdad entre tradiciones sino de acceso a una determinada tradición, es un falsa igualdad. Lógicamente. La tolerancia a de ser entendida según el tipo de igualdad con el que estemos jugando, por lo que la tolerancia que aquí se da no es una tolerancia entre tradiciones, sino que es tolerancia hacia una tradición, “los principios democráticos, tal y como se llevan a la práctica en la actualidad, son incompactibles con con la plécida existencia, el desarrollo, y el crecimiento de las culturas especiales (…), únicamente puede contener dichas culturas como injertos secundarios…26

Feyerabend tiene una gran confianza en la gente, y por eso cree que el órgano democrático debe rechazar las opiniones de los expertos, pues estos poseen una visión desinteresada y poco fiable, por todo lo que ya hemos y dicho, y sobre lo que ya no debe ser necesario volver a incidir. Y digo que Feyerabend confía en la gente por que considera que debe ser la propia gente de la calle la que supervise a la ciencia, pues “…es completamente falso que quitarles de las manos a los expertos las decisiones más importantes y dejárselas a los profanos vaya a disminuir el porcentaje de éxitos en las decisiones.27 Claro, lógicamente una democracia auténtica no es un rebaño de ovejas, sino que está configurada por gentes con criterio. De cualquier modo, aquellos que sólo se dedicaran a obedecer, dado un determinado cambio, sólo tendrían que dedicarse a seguir obedeciendo. Pero lo que realmente sucede es que se les infunde el miedo al cambio.

De lo que nuestro autor nos habla es de por lo menos dar voz y voto a aquellos que quiern hablar y decidir sobre su vida. Así mismo, este mismo cambio bien puede ser dirigido o abierto. El cambio dirigido vendría a aceptar únicamente aquellas respuestas que se corresponden con los criterios de una tradición bien determinada. Por otro lado, el cambio abierto consiste en adoptar una tradición no-determinada e ir desarrollando en el propio curso de la acción. Por lo tanto, es necesario que los criterios que adoptemos se conformen en el transcurso de los propios juicios y acciones que vayamos resolviendo. Esta es la forma de que una tradición no se imponga y que, por lo tanto, sea realmente libre.

En el caso de la ciencia, esta no puede ser preferible, no sólo por su carácter coercitivo y tiránico, sino también por que nisiquiera sus argumentos prueban su excelencia, y además “la hegemonía actual de la ciencia no se debe a sus méritos, sino al tinglado que ha montado a su favor.28 Por consiguiente, en favor de la civilización, debemos deligar la ciencia de las estructuras básicas de la democrácia como ya se hizo en el caso de la Iglesia católica (aunque en lo que se refiere al Estado español, por ejemplo, nisiquiera se ha acabado de dar el paso previo de desligar la religión de la política).

En conclusión podemos observar que las tesis de Feyerabend no dejan de ser tan politicamente anarquistas como el asegura, pero dedicar un espacio a contrastar las tesis de Feyerabend con los propósitos e ideas del anarquismo, debe quedar reservado para otro posible trabajo de investigación en el que ahora no vamos a entrar en detalle. De cualquier modo, no debemos pasar por alto que el anarquismo no es una postura de la que Feyerabend parte, sino a la que llega.

“…y llamé anarquismo al resultado.” 29

BIBLIOBRAFÍA:

  • Contra el métodoP. Feyerabend, ED. Ariel, 1974

  • Matando el tiempoP.K.Feyerabend, Ed. Debate, 1995

  • Realismo y la historicidad del conocimientoThe Journal of Philosophy; vol. 86, n. 8, agosto de 1989, P. Feyerabend

  • La estructura de las revoluciones científicasT. Kuhn, Fondo de Cultura Económica, 2000

  • La ciencia en una sociedad libreP. Feyerabend, Ed. Siglo XXI, 1982

  • Historia del pensamiento filosófico y científico, G.Reale, Ed. Herder, 2002, Tomo III.

1 Matando el tiempo, P.K.Feyerabend, Ed. Debate, 1995, pag59

2 ibid, pag56

3 Ibid, pag124

4 Ibid, pag 89

5 Ibid, pag 89

6 Ibid, pag 135

7 La estructura de las revoluciones científicas, T. Kuhn, Fondo de Cultura Económica, 2000, pag 176

8 Ibid, pag 152

9 Matando el tiempo, pag 141

10 Ibid, pag 133

11 La ciencia en una sociedad libre, P. Feyerabend, Ed. Siglo XXI, 1982, pag 147

12 Ibid, pag 212

13 Contra el método, P. Feyerabend, ED. Ariel, 1974, pag 7

14 Ibid, pag12

15 Ibid, pag 16

16 artículo Realismo y la historicidad del conocimientoThe Journal of Philosophy; vol. 86, n. 8, agosto de 1989, P. Feyerabend

17 Contra el método, pag 21

18 La ciencia en una sociedad libre, pag 223

19 Matando el tiempo, pag 91

20 Contra el método, pag 120

21 Ibid pag132

22 Matando el tiempo pag31

23 Contra el método, pag 31

24 Ibid, pag 135

25 La ciencia en una sociedad libre, pag 92

26 Ibid, 89

27 Ibid 101

28 Ibid 118

29 Matando el tiempo, pag 135